lunes, 23 de abril de 2012

Novela, capítulo 2. Riot.

La Ruina de Arnor.

Capítulo 2.

GRACIAS.

Avancé hacia las almenas terminando la conversación con Sirgeik. La noche comenzaba, el frío se intensificaba mostrando sus afilados y puntiagudos dientes congelados. Las estrellas eran invisibles, pues las nubes las rodeaban como burbujas de espuma grises. Únicamente la luna conseguía hacer frente a aquellas masas de agua condensada logrando filtrar algunos reflejos de luz entre aquella niebla, cada vez más cerca del suelo. 

Apagué mi pipa guardándola en el bolsillo del cinto. Agarré la única antorcha encendida de la almena y la descolgué de su soporte. Su fuego intentaba calentar una pequeña parte de mi cuerpo, pero el intenso viento no dejaba ni un segundo de silencio y quietud. Avancé hasta las demás antorchas impregnadas en aceite y las encendí una a una, todas ellas, colgadas en la pared de antiguos muros gloriosos tallados en blanca piedra. El fuego recordaba el pasado de largos pasillos techados, de suelos pulidamente encerados, de paz, tranquilidad y sosiego, inexistentes en estos días. 

Ahora la calma estaba presente, pero no de aquella manera, era esa tranquilidad perturbante y nerviosa, aquella tranquilidad que siempre se sucedía antes de una clamorosa tempestad. Retorné a mi lugar de partida, y posé la antorcha en su debido lugar. Todas intactas, firmes, como soldados de piedra rígidos, bailando al viento.

El aire de pronto cambió de rumbo, de sentido, de dirección, un pequeño cuerno sonaba en la lejanía, al otro lado de las ruinas. A los pocos segundos llegaba un centinela corriendo de la muralla del Paso del Río. Agitado, con el corazón en un puño, intentaba ganar unos segundos de aliento antes de hablar. Miré sus ojos, irradiaban preocupación, dolor.

-Ya...ya..y.--ya están..a-a-a-aquí- decía respirando como podía-
-¿Quién está aquí?¿qué sucede?- Pregunté, a la vez que mi preocupación aumentaba.
-Han venido, nos atacan, mandan a formar a todo el ejército, tenéis que ir, debéis ir, no tardarán en empezar. ¡Rápido!, os esperan en la Quebrada Central, allí os darán las instrucciones a todos.-Terminaba de hablar recuperando un poco el aliento.-
-¿Y si atacan la retaguardia?- Cuestionando su llamamiento.
-Los refuerzos deberían llegar por aquí, no somos los suficientes como para dividirnos, y su contingente para encontrarse allí en su totalidad, id.-

Volvió corriendo por dónde había llegado, esquivando cascotes y saltando escalones, tan rápido como podía. Corrí hacia las escaleras descendiendo aquella maraña encharcada tan rápido como podía. En el camino de bajada tropecé contra un saliente mal colocado. Logré posarlas manos en el húmedo barro antes de estampar mi cabeza contra el dolor. Mis ojos miraban el suelo, veían un charco, veía mi reflejo, veía mi muerte y la desolación. El olvido de todo. 

Me levanté y corrí a la hoguera. 

-¡Rápido, tenemos que irnos ya, acabarán con nosotros si nos encuentran, están mandando formar a todos!- 

Después de la sorpresa llegó la inmovilización, la parada, la consternación y el desvanecimiento.

-¿Qué vamos hacer?-Preguntaba el gemelo que se acaba de despertar.
-Tenemos que ir a por Sirgeik, luego veremos, ahora empaquetad todo y estad alerta, tened cuidado.- 

Cerré los ojos, respiré profundamente, llegué a sentir como el aire llegaba a mis pulmones contaminados. Como el aire ya no era limpio, ni sucio, sino imbatible, penetrante y sinuoso. 

-¡Espera!- Gritó ella corriendo hacia mí. 
-¿Qué?, tengo que ir a por él.
-¿No se lo has dicho verdad?- Preguntó amenazante.
-No vi el momento...déjame, tengo que encontrarle, no tardaré, se lo diré, te lo prometo.-

Seguí corriendo en su dirección, recorriendo callejones, entrando en posadas de borrachos, en tiendas cerradas, en calles húmedas, en pasillos sangrientos, hasta que... golpes.

Dos tipos no dejaban de soltar puñetazos colmados de dolor en las carnes de aquella persona, de...

-¡Te sacaremos todo lo que llevas en esas sucias manos, morirás como lo que eres, un perro!- se escuchaba entre dolorosos puñetazos y varios quejidos.

De repente, de uno de ellos la sangre comenzó a brotar desde el pecho, ya no vociferaba, ya no se movía, estaba paralizado, petrificado. Arranqué el puñal de su pecho y lo introduje en el cuello de otro. Las órbitas de sus ojos ya no tenían rumbo, su cuerpo se desvanecía.

Pero me faltaba el aire, esa gota de vida que me mantiene en pie día tras día. Unas manos rodeaban mi cuello, abrazándolo de dolor. Mi vista tornaba borrosa, el cielo clareaba, la luz desaparecía. 

Un grito perforó mi tímpano proveniente de sus labios, aquel repugnante ladrón, asesino, matón, me devolvía la vida, aflojaba su fuerza.

La mano de Sirgeik tapaba su boca, haciendo silencioso sus leves murmullos, su pecho brotaba sangre, como si de una fuente se tratase, su cuerpo, tornaba pálido, como el blanco del algodón en los días de primavera.

Respiré, silencio, paz, calma, tranquilidad, nada estaba presente nunca en mí, hasta ahora.

-Gracias.- Me dijo.
-Gracias.- Le dije.

Pavlov.

Riot.


1 comentario:

  1. Todavía no me he leído el primero XD, cuando pueda lo leo.
    Soy Fer, si queréis que os haga una cabecera chula para el blog o algo yo os ayudo!!

    Pasaros por mi blog, y os recomiendo a mis seguidores XD.

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