I.
Improviso, letra a letra, tecla a tecla, sílaba por sílaba, mis ideas, como si mi cabeza solo guardase recuerdos fragmentados, aniquilados, cortados a trozos con la facilidad de rasgar un papel. Me siento solo, siento frío, solo tengo mi cuerpo, mi mente, mis recuerdos y su imagen, esa fotografía que se guardia en la memoria de mi mente, en la fuente de mi necesidad. Poco a poco comienzo a helarme, como si trozos de hielo absorbieran mi calor, me extenúa la flecha del remordimiento, de la culpa, el filo acero de la verdad.
Mi vida se basa en la mentira, una mentira sucia, putrefacta, zombificada, sin vida, en vuelta en una tela gris, cubierta de heridas de bala. Mi enfermedad es radical, no tengo voluntad, la mentira me controla, solo sé mentir para llegar a conseguir lo que quiero, egoísmo, ¿qué gano yo con eso? Felicidad, venganza, acciones abstractas, etéreas, carentes de alma, de corazón.
Tal vez no poseo tal cosa, tal vez mi corazón está siendo remplazado por la oscuridad, por el negro velo. Me estremezco solo en pensar cuando llegará el momento, el momento de destapar toda esa vedad, escondida tras los muros de la fuerte piedra, del marfil pulido, del diamante intacto. Como un reflejo en el agua miro a través de mis ojos, embarcándome en las aguas de la muerte, junto al barquero, me embriaga su persona, su labor, su cometido.
Vivimos por razones inexistentes, morimos por razones desconocidas, conocemos nuestro progreso, pero no la manera de llegar a ello, nos falta el papel en el que desahogar la tinta de la pluma. Como un virus, mi conciencia recorre mi cuerpo, moviéndome a su voluntad a merced de mi alma, liberándome de una cárcel creada por los ideales.
Ideales, nadie es perfecto, o todos los somos, todo es de todos, o nada es de nadie, sinonimia. Creemos conocer la igualdad cuando realmente solo pintamos la avaricia de otro color más bello a ojos de un niño, Bendita inocencia, aquello que perdemos sin darnos cuenta, ese momento en que tu cerebro pasa a mandar, y no tiene dominio sobre ti ya la imaginación.
Inventamos códigos, como si de agua se tratase, ciframos nuestras vidas como si de problemas se tratasen, complicando lo que es simple.
El canto de un dulce pájaro sobre la copa de un árbol, el olor de las páginas de un libro, el olor de una historia, el tacto de su piel, la contemplación de un río, cómo el agua imita nuestros recuerdos, llevándose el pasado.
El sabor, el sabor del chocolate, del chocolate infantil, el sabor del chocolate envuelto en un pequeño papel, chocolate hueco, como sueños rotos, ¿irónico verdad? El sabor del chocolate hueco con un objeto, un objeto ridículo, infravalorado.
Un Huevo Kinder.
Echo en falta esa simple acción de esparcir el chocolate e ir a por aquella sorpresa tan enternecedora que hacía mis ojos agua, bajando esa sensación a mi boca a saborear aquel placer.
Pruébalo ahora, sentirás añoranza, ese simple premio de consolación por crecer, cuando nadie nos deja otra opción.
Todos queremos ser maduros, cuando realmente lo somos. Hemos de ser pequeños, aquellas sonrisas, vacías de culpa, llenas de ignorancia, de felicidad.
Y ahora, te toca cambiar el mundo, lo cambiarás, tú, junto conmigo, y con los demás, todos juntos, unidos, amigos de la infancia.
Riot.
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